Si quiero aprender sobre una materia en particular, por ejemplo ingeniería, tengo que conocer un conjunto de palabras que pocas veces encontraría fuera de su contexto. Entrar por primera vez al mundo de la ingeniería, es similar a visitar un país extranjero cuyo idioma nos es extraño. Para movernos dentro de él, requerimos ayuda de alguien que ya lo conoce, un mapa y un diccionario para entender las palabras básicas. Poco a poco, si encontramos buenos maestros y nos dedicamos a aprender y practicar estaremos hablando ese idioma.
Lo anterior me lleva a pensar que un elemento importante de cualquier esfuerzo profundo por aprender algo implica un conocimiento íntimo del lenguaje utilizado en ese campo. Para saber matemáticas hay que moverse en el país de las abstracciones y relaciones de lo cuantificado y de las incógnitas, de los símbolos que van más allá de las letras del alfabeto.
El lenguaje del pensamiento íntimo, ese que sucede dentro de nosotros, no sólo se forma con palabras, existen también imagenes, sensaciones, intuiciones, ideas que no podemos expresar de ninguna forma automática. Vivimos en y con nosotros. Para saber quien somos tenemos que reconocer que lenguaje nos puede ser más útil para conocernos y entendernos mejor. Las palabras solas no son suficientes, cada uno tenemos que inventar nuestro propio vocabulario, formado no solo por palabras, sino también por imagenes, pinturas, música, libros, colores, flores, plantas, árboles, animales, seres queridos, maestros, alumnos.
Lo que nos define, quienes somos, nuestro vocabulario, puede ser tan expandido y maravilloso como vayamos construyendo nuestras vidas, con quienes y para quienes.
La materia prima de nuestros pensamientos no es estática, se mueve todo el tiempo, cambia con nuestras emociones y experiencias. Cambia con información y acciones. Cambia con el tiempo vivido.
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Códice Moncam
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