Veo mi cara en el espejo con todos sus detalles. Veo mis ojos y entonces los cierro porque hoy no busco mirar mi exterior si no mi mente. Quiero ver que forma tiene.

Imagino un bosque denso cuyos árboles frondosos no dejan penetrar la luz desde el exterior pero no por ello dejan de estar iluminados pues las ramas de los árboles al conectarse con otras de otros árboles emiten luz, como si fueran luciérnagas.

Miles de millones de luciérnagas parecen volar por diversas áreas del bosque conforme pienso en distintas cosas y conforme me imagino estar actuando en el mundo.

Si mi mente es como un inmenso bosque sus frutos son mis ideas, mis pensamientos, lo que imagino y también lo que hago. Los árboles de ese bosque crecen conforme vivo, capturo experiencias y aprendo.

El bosque es complicado,ha crecido orgánicamente sin mucho control de mi parte pero ahora que me dado cuenta de ello puedo intentar encontrar orden y claridad buscando reducir la velocidad del pensamiento a ciertas horas del día. No es que quiera que el bosque deje de crecer, al contrario, pero quiero que las conexiones que se logren entre sus diferentes árboles vayan mejorando mi capacidad para actuar mejor en el mundo,para aportar mayor calidad de vida como resultado de mis actividades.

En un principio mi mente emergió de mi cerebro y conforme fui experimentando el mundo mi mente comenzó a crear mi cerebro, y luego el cerebro le dio de nuevo forma a mi mente. Cada vez resultando en un cerebro más complicado, con más conexiones y una mente con mayor capacidad para pensar. Este proceso se repetirá toda mi vida mientras siga teniendo curiosidad, capacidad de asombro, ganas de aprender. El cerebro y la mente, la mente y el cerebro forman un círculo creativo que poco a poco va aumentando su radio, expandiendo el alcance de la imaginación.

Cuando veo mi mente en el espejo veo entonces un bosque auto-iluminado, veo luciérnagas volando, veo un círculo en continuo crecimiento, veo mi imaginación sonriendo.