Es muy fácil hacer una lista de problemas, basta pensar en los que cada quien tiene todos los días y agregarle los que suceden en la ciudad donde vivimos, el país y los que clasifican en los periódicos como internacionales.

En general puedo decir que no quiero más problemas de los que tengo pero hay algunos que vale la pena intentar solucionar aunque no nos afecten directamente. Ese tipo de problemas son los que puede valer la pena pasarse años aprendiendo sobre ellos, investigando, haciendo preguntas e implementando pequeños prototipos.

Escoger intentar resolver un problema que afecta a mucha gente es bastante noble pero también se puede escoger un problema que directamente no afecta a nadie pero que pudiera avanzar la cultura o la ciencia a un siguiente nivel. Son el tipo de problemas cuyas soluciones podrían no ser espectaculares pero que se suman a la inmensa cantidad de ideas que produce la humanidad y que en un futuro pudieran ser el eslabón que se necesitaba para resolver un problema mayor.

¿Cuál de los problemas que ves en el mundo te interesaría ayudar a resolver?

¿Qué tipo de problema te parecería suficientemente interesante para dedicarle, por ejemplo, diez años de tu vida?

Imagina la satisfacción que significaría dedicar años a un problema y que tu participación haya sido clave para resolverlo.

Diez años dedicados a resolver un sólo problema, no quiere decir que esto es lo único que hagas, pero si algo que le dedicas tiempo de forma frecuente. Esta dedicación se acumula y conforme va pasando el tiempo más profundidad vas logrando, con ello vas entendiendo mejor la naturaleza del problema y eso te lleva a imaginar varias soluciones que habría que ir probando una por una, documentando el proceso de forma rigurosa.

El problema que escojamos resolver en el largo plazo debe ser lo suficientemente grande para que valga la pena dedicar varios años de nuestra vida a resolverlo, pero no tan grande para que nos quite el sueño cada día.