Atención
En dónde pongo el ojo pongo la bala, es un dicho. Es la idea de que somos precisos, atinados, de que no se nos va una.
La precisión depende de la habilidad, de la práctica, de las condiciones del instrumento que usemos, de nuestra concentración.
Al concentrarnos el mundo desaparece excepto lo que estamos viendo, escuchando, haciendo.
En el momento de intensa atención no existe nada más que el micro mundo que hemos creado al ignorar todo lo demás. Un micro mundo cuyo tamaño es proporcional a la intensidad de nuestro enfoque.
La concentración intensa es buena sólo cuando queremos aplicar todo nuestro ser en la tarea que tenemos enfrente porque quien quiere vivir en un micro mundo en donde sólo existe uno mismo y algo que estamos creando. Es bueno para la creación del momento pero no para vivir así, encerrado en un círculo muy pequeño de experiencias.
Poner atención no siempre significa concentrarse en algo, también lo es abrirse a todos los matices del momento. A dejar que todo el mundo penetre el cerebro vía los sentidos. Es darle su momento a cada uno y luego a todos. Es apreciar el vuelo del colibrí, la brisa que mueve la flor, el pasto que pisamos con los pies descalzos, las sombras que producen los árboles, el movimiento de las nubes, la respiración del perrito a nuestros pies, el canto del ave parada en el techo de la casa de enfrente, la fila de hormigas que van quien sabe a donde, la tersura de la mano que acariciamos … La lista es inmensa, infinita.
La atención es una moneda cuyas dos caras tienen funciones diferentes. Un lado crea micro mundos el otro nos integra al universo. Podemos tener la mente fija en un objetivo o la cabeza en las nubes. Necesitamos ambas formas de funcionamiento para crear nuestras obras importantes y para apreciar lo importante de la vida. Crear y soñar son lados de la misma moneda.
Códice Moncam